El hormigón es uno de los materiales más utilizados en construcción, tanto para la construcción de edificios como de pavimentos. Las estructuras construidas con este material pueden sufrir daños y deterioros debido a diversas causas aunque por norma general puede considerarse uno de los materiales más duraderos. No obstante, el hormigón es bastante sensible a distintos factores entre los que cabe destacar el frío, por eso, con la llegada de los meses de otoño e invierno es necesario estar atento a posibles cambios en su estructura.
Los problemas suelen surgir en hormigones recién colocados o con años de antigüedad en los que pueden aparecer desconches, suciedad incrustada e incluso grietas y desprendimientos, así como cambios en su color o estructura.
>> Los prefabricados de hormigón a lo largo de la historia
Deterioro en otoño e invierno
El frío y la lluvia pueden causar la retracción del hormigón, algo que ocurre cuando el hormigón aún está fresco y que continúa hasta la última fase de endurecimiento, un problema que se hace evidente con la aparición de grietas y fisuras desde que aún está fresco hasta su endurecimiento.
Otro de los problemas que surgen en este tipo de material con la llegada del frío es el conocido como efecto hielo- deshielo. Un deterioro que tiene lugar, principalmente, en lugares o países sometidos a climas fríos, donde en invierno pueden llegar a temperaturas muy bajas, es decir, por debajo de los cero grados durante un largo periodo de tiempo. Unos daños que pueden verse aumentados por el uso de sal para el deshielo y estos se producen debido a un mal diseño al no proporcionar al hormigón los poros suficientes para que el agua tenga espacio suficiente para expandirse cuando se congela. Si el hormigón ha sufrido este efecto aparecerán desprendimientos o zonas hinchadas en su estructura, algo que es necesario atajar para evitar mayores problemas.